Fecha 05/12/2003






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MIGUEL NARROS, EL MAESTRO DE ACTORES
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Miguel NarrosEs el gran defensor del actor. Cuando en la década de los 80 la figura-estrella del director de escena eclipsó al resto de los componentes que hacen posible el milagro del teatro o cuando en los 90 el autor salió de su confinamiento y acaparó la atención dentro y fuera de la profesión, Miguel Narros llevaba defendiendo la figura del actor desde sus comienzos en la dirección de escena, allá por la década de los 60. “El actor es la forma viva de expresión del teatro. Está tan íntimamente ligado al teatro que sería difícil encontrar para él soluciones que no fuesen destinadas al teatro en sí”, comenta el director constantemente. Además de un director de talla incuestionable es un hombre polifacético: no sólo ha sido escenógrafo y figurinista en el teatro sino también en el cine, con películas como “La regenta”, “Sonámbulos” o “La corte del Faraón”, y también ha actuado en “El diablo con amor” de Gonzalo Suárez o “Los paraísos perdidos” de Martín Patino.

París y las enseñanzas de Jean Vilar
Miguel Narros nació en Madrid, escenario más tarde de muchos de sus éxitos, el 7 de septiembre de 1928. Con catorce años ingresa en la compañía de Teatro Nacional María Guerrero, donde inicia su formación como actor. Allí aprendió, además del oficio de actor, la importancia del espacio escénico de la mano de Luis Escobar. Su inquietud y cierto sentido viajero le lleva a París, donde ingresa en el Teatro Nacional Popular de Jean Vilar, que se convertirá en uno de sus grandes maestros. Allí entra en contacto con las compañías y los artistas más destacados del momento, aunque decide volver a España con la idea de comenzar a dirigir. De regreso a nuestro país sigue desarrollando su carrera como actor hasta que da su primer salto a la dirección con “Música en la noche” de Priestley, en el Teatro Popular Universitario. Se traslada a Barcelona donde funda el Pequeño Teatro, donde estrena “Réquiem para una mujer” y “El triunfo del amor”. Su regreso a Madrid está marcado por el estreno de “Historia de un soldado” de Stravinsky, obra que dirige con un espléndido Antonio Gades en el papel protagonista. “Hicimos esta obra con una cámara negra, una plataforma pintada de rojo donde estaba la orquesta y una cinta roja que era la frontera”.

De esos años también son los montajes de “Fedra”, “La señorita Julia” y “La rosa tatuada”. La década de los 60 comienza con el encuentro decisivo entre William Layton y Narros, un encuentro que marcó profundamente al director. “(...) Layton me ordenó mis pensamientos y mis ideas(...)”. En1961 crea y dirige el Teatro Estudio de Madrid, el TEM, una irrepetible escuela de actores de la que salieron Ana Belén, Eusebio Poncela, y directores como José Carlos Plaza.

En 1964 se hace cargo de la dirección del Teatro Español de Madrid, donde debuta con “Numancia” de Cervantes: “Significó querer hacer algo imposible en ese momento... Quería hacer la Numancia que había leído de Alberti”, confiesa en la obra Miguel Narros, una vida para el teatro y dirige también “El Rey Lear”, entre otros. En 1965 recibe el Premio Nacional de Teatro. Abandona la dirección del Español en 1971 y recupera “Sabor a miel”, de Shelagh Delaney, una pieza que ya dirigió en la década de los 60 y que con esta nueva puesta en escena supone la primera colaboración entre Narros y el escenógrafo Andrea D’Odorico. Entre ellos dos se establece una fructífera relación que sigue hasta nuestros días y por la cual comparten productora. En Sabor a miel se asientan sus ideas sobre la dirección actoral y sobre el espacio escénico, algo a lo que Narros le da vital importancia, puesto que él mismo ejerce de escenógrafo.

Del “Rey Lear” al “Burlador de Sevilla”

Más tarde, en 1978 fue uno de los creadores del Teatro Estable Castellano, TEC, que aunque empezó con fuerza, fracasó por falta de preparación de los productores teatrales. Antes de volver al madrileño teatro español que dirige en dos ocasiones, la última hasta 1988, participa en la Compañía Teatro del Arte, en colaboración con Miguel Ángel Conejero y el instituto Shakespeare, de Valencia, con quien en 1980 preparó el montaje “Macbeth”, de Shakespeare, y en 1982 “Seis personajes en busca de autor” de Pirandello.

Entre las obras teatrales que ha adaptado y dirigido destacan, además de las ya mencionadas, “La cocina” de Wesker”, “Danza macabra” de Strindberg en 1981, “Ederra” de Ignacio Amestoy, en 1983, “El rey de Sodoma” de Arrabal, en 1983, “El castigo son venganza” de Lope de Vega, en 1985, “El concierto de San Ovidio” de Buero Vallejo, en 1986, y “El sueño de una noche de verano” de Shakespeare, en versión de Eduardo Mendoza, en 1986.

Galardonado en1985 con la Medalla de Oro de Valladolid, el premio El Espectador y la Crítica (1987), el premio Radio Barcelona y de nuevo el Premio Nacional de Teatro en 1986 por el conjunto de su obra.

En 1990 dirige en el Teatro María Guerrero de Madrid la obra “Combate de negro y de perros”, a la que siguieron “El caballero de Olmedo” de Lope -un encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, “El gran mercado del mundo”, “A puerta cerrada” (1993) de Sartre, “La doble inconstancia” (1995), “Persecución y asesinado de Juan Pablo Marat” (1994) y “El yermo de las almas”. En 1997 monta por tercera vez El rey Lear de Shakespeare y aborda en 1998 “La vida que te dí” de Pirandello y “Los enamorados” de Goldoni. En 1999 dirige “La estrella de Sevilla” y en 2000 “Mañanas de abril y mano” de Calderón. Con la llegada del nuevo siglo Narros, que nunca ha dejado de trabajar, ha incrementado su ritmo de montajes. Tras la puesta en escena de “Los puentes de Madison” con Charo López y “Tío Vania”, el director acaba de estrenar “El burlador de Sevilla” en Madrid, su cuarto trabajo para la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

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